LA EDAD DEL COBRE


lino, tejidos, edad del cobre, mujeres y prehistoria


La realidad como un todo es inabordable, si ademas nos hablan de un suceso o un tiempo en el que no estuvimos presentes, pues nuestra percepción del hecho  ,quedara limitada por  “como nos lo pinten” y argumenten.
Aclaremos una cuestión importante; este post no habla sobre el calcolitico, mi tarea profesional , se reduce a representar en imágenes  otras épocas, en este caso la edad del cobre . Voy ha centrarme  sobre lo que se; en  la dificultad de explicar en   imagenes un pasado el que poco sabemos.

Cuando analizo una imagen, lo mismo da que sea ;  foto, oleo , un  fresco, celuloide , grabado , jardín, etc….hay una premisa a la que yo siempre doy valor de prueba dice; “ toda imagen, habla por encima de todo del momento histórico en que se hizo ,de las personas que lo hicieron ; da igual a que época historia o los personajes que muestren  , ese aspecto siempre es secundario”

    Llevo unos cuantos años, realizando ilustraciones sobre  la prehistoria, siempre trabajo con arqueólogas , mis trabajos están contrastados y evaluados por expertas, 

Estas nueve primeras ilustraciones que veréis no lo están.  y sobre eso versa este post

hueso, piedra, madera, trabajos edad del cobre, calcolitico


Las comparto porque considero enriquecedor el contrastar puntos de vista, no hay animo de hacer juicios
    Las ilustraciones tratan de describir actividades,  preferentemente de mujeres en la edad del cobre, el calcolitico
    En el mundo anglosajón la arqueología y la antropología van de la mano en España ; NO , esto es importante conocerlo, 
      El grueso de mi trabajo es en el campo de la antropología y la etnologia, tengo ese sesgo, lo cual me lleva a continuos conflictos (disparidad de criterios) con los/as  antropologos/as, 
Una disparidad mas a tener en cuenta


cabaña, hogar, luminarias, edad del cobre, niño enfermo

        La pauta que me marcan cual ley La  arqueología, escuela española   es que no se puedo dibujar, mostrar  nada si “ no hay evidencia arqueológica”
¿ como dar vida una escena siendo fiel a esa pauta?

mujeres moliendo, molinos de mano, cobertizo, eneolitico,



Os lo diré; no es posible, así que te documentas dibujas y dibujas, las arqueólogas reunidas quitan y ponen y queda lo que queda .

aguja, mujeres, coser, cabaña. eneolitico, calcolitico


mujeres, preparando alimentos edad del cobre



trabajando en el huerto, nabos , mujer y niños





fuego y tumba, eneolitico, ritual


Aquí estoy en mi blog , en mi casa
Puedo permitirme  dar mi version, que por supuesto no tienen "aval científico" , al final he puesto las que han dado por buenas 


tejido , niña . figura en hueso edad del cobre



Para este proyecto hice las nueve laminas que os muestro

calcolitico, distintas escenas


Solo cuatro pasaron el primer filtro
Lo de abajo es lo que  que quedo , cuatro laminas,
 Con indicaciones muy precisas de que cambios introducir ; apagar colores, eliminar vegetación, poner un peinado  discreto a las señoras, y por supuesto  tapar  pechos


escenas definitivas


Al hacer los cambios, me vinieron  a la mente las ilustraciones de  textos religiosos , las películas de romanos , donde se ve los  primeros cristianos  tirados a los leones en la arena del circo romano, mujeres pudorosas vestidas con tela de saco peinadas con raya en medio y con un crucifijo como unico adorno . Mientras en las gradas se exhibían mujeres lujuriosas con ensortijados peinados, telas de vivos colores , joyas brillantes y tremendos maquillajes,

El oficio de poner en imágenes el pensamiento de otro; lo mismo da que sea literario o científico , es muy arriesgado, 
En ocasiones les incomoda ver según que versiones de si mismos, reflejadas en imágenes

El proyecto no quedo mal, quedo en las cuatro imágenes que adjunto, nuestra relación personal es la que quedo mas tocada, no conseguí explicarme y lo que pretendía ser un debate se tomo como un ataque personal, en fin, lo mío es dibujar y lo del trabajo en equipos multidisciplinar algo complejo que no domino bien


amanecer dentro de la choza, edad del cobre, mujeres y niños



niños, mujeres, cabaña, eneolitico, aguja, cosiendo

mujeres, calcolitico, tareas domesticas, eneolitico

mujeres en la siega, trigo, calcolitico



La pluma del pavo real enfermaban a Darwin y parece ser que contagio la enfermedad  a los arqueólogos, Darwin acabo dando una explicación de tipo sexual, a mi me gusta mas pensar que somos menos lógicos de lo que creemos y la cultura debe mucho; lo ludico, lo lubrico , el azar y lo superfluo, quizas  la vida no es, ni fue solo sudor y lagrimas. 

“Estructuras sin importancia me hacen sentir incómodo con frecuencia. El contemplar una pluma de la cola de un pavo real me pone enfermo.”


Charles Darwin


A Darwin  le hubiese venido bien conocer a Marguerite Yurcenar, a vosotros
os recomiendo que leais  el fragmento de un texto de ella que os adjunto.
"El tiempo, gran escultor"
y como contrapunto , necesario, otro texto muy revelador escrito por el arquitecto de Hitler
"Ley de las ruinas"
Los dos abordan la misma cuestión ; ¿ de que modo reconstruimos el pasado remoto a partir de los fragmentos que nos llegan?
Lo hacen desde enfoques; históricos, estéticos, éticos y morales diametralmente distintas, 

Dos lecturas y una tarea;  responderos a esta pregunta...

¿ cual de los dos ayuda a comprender mejor el trabajo de reconstrucción que realizan los arqueólogos ?





El TIEMPO, GRAN ESCULTOR

Marguerite Yourcenar

“El día en que una estatua está terminada, su vida, en cierto sentido, empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, le ha llevado desde el bloque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la irá devolviendo poco a poco al estado de mineral informe al que la había sustraído su escultor.
No hace falta decir que ya no nos queda ninguna estatua griega tal y como la conocieron sus contemporáneos: apenas sí advertimos, por aquí y por allá, en la cabellera de algún Core o de algún Curos del siglo VI, unas huellas de color rojizo, semejantes hoy a la más pálida alheña, que atestiguan su antigua cualidad de estatuas policromadas, vivas con la vida intensa y casi terrorífica de maniquíes e ídolos que, por añadidura, fueron también obras de arte. Estos duros objetos, moldeados a imitación de las formas de la vida orgánica, han padecido a su manera lo equivalente al cansancio, al envejecimiento, a la desgracia. Han cambiado igual que el tiempo nos cambia a nosotros. Las sevicias de los cristianos o de los bárbaros, las condiciones en que pasaron bajo tierra sus siglos de abandono hasta el momento del descubrimiento que nos los devolvió, las restauraciones buenas o torpes que sufrieron o de las que se beneficiaron, la suciedad  o la pátina auténticas o falsas, todo, hasta la misma atmosfera de los museos en donde hoy yacen enterrados, contribuye a marcar para siempre su cuerpo de metal o de piedra”.

“Algunas de estas modificaciones son sublimes. A la belleza tal y como la concibió un cerebro humano, una época, una forma particular de sociedad , dichas modificaciones añaden una belleza involuntaria, asociada a los avatares de la historia, debida a los efectos de las causas naturales y del tiempo. Estatuas rotas, sí, pero rotas de una manera tan acertada que de sus restos nace una obra nueva, perfecta por su misma segmentación: un pie descalzo apoyado sobre una baldosa, una mano pura, una rodilla doblada en la que reside toda la velocidad de la carrera, un torso al que ningún rostro nos impide amar, un seno o un sexo en el que reconocemos mejor que nunca la forma de flor o de fruto, un perfil en el que sobrevive la belleza en una completa ausencia de anécdota humana o divina, un busto de rasgos corroídos, a mitad de camino entre el retrato y la calavera. …”
Tal cuerpo comido por el tiempo recuerda a un bloque de piedra desbastado por las olas, tal fragmento mutilado apenas difiere del guijarro o de la piedrecilla pulida recogida en una playa del Egeo. El perito, sin embargo, no lo duda: esa línea borrosa, esa curva que allá se pierde y más allá se recupera, sólo puede provenir de una mano humana, y de una mano griega que trabajó en tal lugar y en el curso de tal siglo. Todo el hombre está ahí, su colaboración inteligente con el universo, su lucha contra el mismo, la derrota final en que el espíritu y la materia que le sirve de soporte perecen casi al mismo tiempo. Su intención se afirma hasta el final en la ruina de las cosas…
Obras menores a las que nadie se preocupó de resguardar en galerías o pabellones hechos para ellas, dulcemente abandonadas al pie de un plátano, a la orilla de una fuente, adquieren a la larga la majestad o la languidez de un árbol o de una planta; ese fauno velludo es un tronco cubierto de musgo; esa ninfa inclinada se parece a la madreselva que la besa.
Hay otras que sólo a la violencia humana deben la nueva belleza que poseen: el empujón que las tiró del pedestal, el martillo de los iconoclastas, las hicieron lo que son. La obra clásica se impregna de patetismo, de este modo, los dioses mutilados parecen mártires. En ocasiones, la erosión debida a los elementos y a la brutalidad de los hombres se unen para crear una apariencia sin igual que ya no pertenece a escuela alguna ni a ningún tiempo: sin cabeza, sin brazos, separada de su mano recientemente hallada, desgastada por toda las ráfagas de las Espóradas, la Victoria de Samotracia es ahora menos mujer y más viento de mar y de cielo…
Nuestros padres restauraban las estatuas; nosotros les quitamos su falsa nariz y sus prótesis; nuestros descendientes a su vez, harán probablemente otra cosas. Nuestro punto de vista actual representa a la vez una ganancia y una pérdida. La necesidad de refabricar una estatua completa, con miembros postizos, pudo en parte ser debida al ingenuo deseo de poseer y exhibir un objeto en buen estado, inherente en todas las épocas a la simple vanidad de los propietarios. Pero esa afición a la restauración a ultranza que fue la de todos los grandes coleccionistas a partir del Renacimiento y duró casi hasta nuestros días, nace sin duda de razones más profundas que la ignorancia, el convencionalismo o el prejuicio de una tosca limpieza. Más humanos de lo que nosotros lo somos, al menos en el campo de las artes, a las que ellos no pedían sino sensaciones felices, sensibles de un modo distinto y a su manera, nuestros antepasados no podían soportar ver mutiladas aquellas obras de arte, ver aquellas marcas de violencia y de muerte en los dioses de piedra. Los grandes aficionados a las antigüedades restauraban por piedad. Por piedad deshacemos nosotros sus obras. Puede que también nos hayamos acostumbrado más a las ruinas y a las heridas….”

Tomado de : Yourcenar, Marguerite. 1990. El Tiempo, gran escultor. Traducción de Emma Calatayud. Alfaguaras Literaturas. Buenos Aires. Páginas: 65 a 70






LEY DE LAS RUINAS


En 1934, Albert Speer, como parte de los bocetos preparatorios para el Zeppelinfeldde Nuremberg, formuló la teoría del valor de las ruinas. En sus Memorias (1969), lo explica así:

Las obras del Zeppelinfeld comenzaron inmediatamente (…) El hangar de los tranvías de Nuremberg tuvo que dar paso a la nueva tribuna. Pasé ante el amasijo que formaban los restos de hormigón armado del hangar tras su voladura; las barras de hierro asomaban por doquier y habían empezado a oxidarse. Era fácil imaginar su ulterior descomposición. Aquella desoladora imagen me llevó a una reflexión que expuse a Hitler bajo el título algo pretencioso de “teoría del valor como ruina” de una construcción. Su punto de partida era que las construcciones modernas no eran muy apropiadas para constituir el “puente de tradición” hacia futuras generaciones: resultaba inimaginable que unos escombros oxidados transmitieran el espíritu heroico de los monumentos del pasado. Mi “teoría” tenía por objeto resolver este dilema: el empleo de materiales especiales, así como la consideración de ciertas leyes estructurales específicas, debía permitir la construcción de edificios que, cuando llegaran a la decadencia, al cabo de cientos o miles de años (así calculábamos nosotros), pudieran asemejarse un poco a sus modelos romanos.
Para lograr este fin, pretendíamos renunciar en la medida de lo posible al hormigón armado y a la estructura de acero en todos los elementos constructivos que estuvieran expuestos a la acción de los agentes atmosféricos; los muros, incluso los de gran altura, debían seguir resistiendo la presión del viendo cuando ya no tuvieran tejados o techos que los apuntalaran. Su estructura se calculaba en función de ello.
Para ilustrar mis ideas, hice dibujar una imagen romántica del aspecto que tendría la tribuna del Zeppelinfeld después de varias generaciones de descuido: cubierta de hiedra, con los pilares derruidos y los muros rotos por aquí y allá, pero todavía claramente reconocible (…). A Hitler aquella reflexión le pareció evidente y lógica. Ordenó que, en lo sucesivo, las principales edificaciones de su Reich se construyeran de acuerdo con la “ley de las ruinas””.



Albert Speer42

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